Igual que las respuestas que busca,
Glauca es ambigua.
Nace del fondo y en el fondo.

Glauca dice :¿Por Qué?

Ad Hoc

viernes, 8 de octubre de 2010

"De lo Mejor y lo Peor " 6


PRIMERA PARTE

Capitulo 6 ; Yaiza

Para Yaiza, la vida nunca fue fácil. Ni tan siquiera sencilla. Y aun seguía sin serlo cuando creyó que su suerte había cambiado aquel día de verano que decidió salir con una miga y las amigas de esta .
Todo ocurrió una tarde en casa de esta amiga, de nombre Carla. Tras recogerla en su casa, Yaiza y Carla se dirigían a cas de esta última donde esperarían la llegada de Ana, una conocida suya que venia de Sevilla a pasar el fin de semana en casa de Carla. No tenían muchos planes para esos dos días, pero confiaban en que una vez reunido el grupo de amigos, algo surgiese como casi siempre ocurría.
El rostro de Yaiza, su persona en si, no podían menos que resultar ligeramente etéreos, aunque su piel suave fuese de oscura arena y su pelo cortísimo y aun así, salvaje de negro color y dorados reflejos. Provenía de las islas pero llevaba viviendo en Granada muchos años después que sus padres decidiesen trasladarse por motivos laborales. Todos los días echaba de menos aun cuando apenas lo había vivido, las vistas de su casa de color Blanco, el viento que soplaba con fuerza día si día también, el silencio y la soledad. Y fueron dos de estos elementos, el aire y la soledad, los que ayudaron a Yaiza a ver y a oír más de lo que el resto veía u oía. Ella creía en algo mas no por convicción o fe, sino porque sus sentidos eran testigos de que “eso” realmente estaba allí y era real. Nunca se asusto por ello. Para ella era algo más de si misma, lo que no eliminaba de la ecuación que siempre tuviese la incomoda sensación de estar fuera de sitio, de llegar tarde a todas partes, de ser la excepción, el bicho raro. Aun así, nunca hubiese cambiado ese sentir por sentirse normal .Lo que si que hubiese cambiado fue el acontecimiento que arranco de ella esa capacidad y que guardaba tras una gigantesca puerta custodiada con mil llaves en su corazón, tras la que se encontraba el pozo mas oscuro tenebroso y silencioso de su vida. Ella era así y sentía que llegar mas allá, la enriquecía y le daba una visión mas transcendente de la vida, o de cualquier situación.
Pero esto no era sólo lo que hacia diferente a Yaiza. Algo que también anidaba en ella y que nació a su par, era la ambigüedad. Sentía siempre, amaba siempre, se inclinaba siempre por la ambigüedad. Vivía con verdadera incapacidad para definirse en algunos aspectos vitales que los demás por suerte tenían más que claros. Este estado tan inestable, ocasionaba en su día a día verdadero quiebro y en su vida grandes amarguras. Yaiza podía amar en un segundo con la fuerza y el calor de un volcán a un chico o a un a chica. Y lo hacia con absoluta sinceridad y entrega. No sabia de qué dependía esto, pero ocurría de modo instantáneo e incontrolable para ella. Y de igual modo desaparecía, pero desgraciadamente nunca sabia cuando, si en una mes, o en cientos de años. Ahora; mientras durase, ese sentimiento hacia de Yaiza una persona entregada, amantísima, convirtiéndola en la más obediente de los soldados capaz de matar por amor si de una orden de su amado se tratase.

Así pues, eso fue lo que ocurrió por tercera vez en sus breves años aquella tarde en casa de su amiga Carla.
LA puerta de la calle se abrió y por ella entraron Ana acompañada de Elvira trayendo esta a su vez, su boca de golosina, sus ojos de cómics manga y su liquida risa de agua.
Para Yaiza no hubo escapatoria alguna; quedó prendada de Elvira desde exactamente el primer segundo en que entro por sus pupilas su imagen perfecta y calida.
Yaiza nunca fue la alegría de la fiesta, pero la presencia de Elvira la acabo de apagar. Por dentro en apariencia. Porque su interior temblaba y sentía que de pronto sus órganos habían cambiado de sitio, pero por fuera su boca se secó y apenas consiguió pronunciar palabra en toda la tarde.
Al contrario de lo que pudiésemos imaginar, la actitud de Yaiza atrajo la curiosidad de Elvira que siempre sentía la imperiosa necesidad de acercarse a los bichos raros. De reojo observaba su inexplicable turbación y su patológica timidez. Le agradaba como movía su cuerpo espigado y sin curvas. La levedad de sus pechos sin sujetador vibrando ligeramente a través de aquella camiseta de tirantes la imantaron obligando a su ojos a c pasearse por sus los bordes, lo que para martirio de Yaiza no pasó desapercibido.

Al caer la noche, cayeron también todas las defensas de Yaiza para con Elvira. Supo que no tenía remedio y que si quería ser coherente consigo misma, debería intentarlo. Esa noche o cualquier otra, pero ella debía saberlo.
Tras una frugal cena, mucha laca y más risas salieron a la calle para reunirse con el grupo de amigos de Carla, Elvira y Ana. Yaiza no los conocía por no haber tenido ocasión en el poco tiempo que conocía a Carla de salir conillos, pero estaba contenta de que la reunión se agrandase y así poder de ese modo disimular algo más su inquietud.

Quedaron en la puerta de un conocido y muy en boca local. El grupo lo formaban dos chicas mas , Sofía y Leonor y tres chicos Héctor, Luis y Arturo. Al parecer primos. No quiso preguntar mas para no parecer indiscreta, pero Yaiza sentía curiosidad por verlos y conocerlos.
Con firmes tacones y risas abundantes, las cuatro bellezas subían la cuesta que llevaba hasta el local con nombre de rey árabe.
Como siempre ocurría, un vientecillo calido y juguetón se paseó pocos minutos antes de hacer su aparición las chicas, por la cintura de Héctor inquietándolo y avisándolo.
Arturo intentaba controlar los nervios que le causaba la presencia de Elvira enroscando y desenroscando una goma de pelo en sus dedos. El viento de Héctor se le enredó en su larga melena y deslizó su inconfundible y fuerte aroma hasta cuatro corazones pintados de rojo carmín que ya estaban frente a ellos.
Uno de ellos lo percibió con total claridad. Yaiza sintió que su bello se eriza, supo que algo “mas” ocurría, estaba ocurriendo o iba a ocurrir. Todos los síntomas de costumbre hicieron acto de presencia en ella; se alarmó, sus músculos se envararon, sus hondas pupilas se dilataron y su olfato se estremeció al percibir el aroma de una irascible e indomable melena. Sólo una cosa diferencio este conjunto de sensaciones del resto de ocasiones similares. Y fue el miedo.
Yaiza estaba esa noche más hermosa que nunca. Lo que llevaba en su interior la hacia florecer, sus sentidos despiertos le daban el aspecto de gata gris. Herida pero gata.
Las chicas se acercaron, se amontonaron los besos, los saludos y abrazos entre ellos, pero el interés, y los ojos de nuestra gata se habían posado en una espalda de tamaño incomensurable que en ese momento se inclinaba sobre Elvira para darle los dos besos de bienvenida.
Carla se dirigió a Yaiza y le presento a Héctor, el dueño de esos hombros vestidos de blanco.
Yaiza noto que se transformaba en un bloque de duro granito que ni tan siquiera los portentosos brazos de aquel chico que tenía delante podrían mover.
Completamente enajenada y confundida, saludó a Héctor como pudo, pero este apenas notó ninguna actitud extraña en ella, pendiente como estaba de su primo y del saludo más que afectuoso entre él y Elvira que tenía lugar a sus espaldas en ese instante.

Pero para Yaiza ya nunca, jamás, en su vida nada seria igual. Aquella tarde, aquella noche cambiaron todos los acontecimientos que pudieran haber tenido lugar en su extraña existencia. Elvira y Héctor. Héctor y Elvira. Dos nombres, dos rostros que habían penetrado como balas en su corazón y en su alma y que maltrataría a Yaiza mientras viviese, porque entre otras cosas, mientras viviese, intentaría por todos los medios decantarse por alguno de ellos aunque tan cruenta lucha solo tuviese lugar en su interior DE ICEBERG.

2 comentarios:

  1. Ya tengo reservado el fluorescente para cuando publiques todas las entregas, bien sea en libro o porque las imprima, poder subrayar mis frases favoritas...que no son pocas.

    Sigue asi!!

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  2. Muy, muy interesante. Me voy a repetir, pero.... MÁS, MÁS!!!

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