Igual que las respuestas que busca,
Glauca es ambigua.
Nace del fondo y en el fondo.

Glauca dice :¿Por Qué?

Ad Hoc

miércoles, 29 de septiembre de 2010

"De lo Mejor y lo Peor " 5

PRIMERA PARTE

Capitulo 5; Héctor

Llevaba cerca de una hora delante del repleto armario pensando en todas las posibles combinaciones pero ninguna la satisfacía lo suficiente. Esta noche se trataba de asistir al cumpleaños del primo de Arturo. ¡No era cualquier cosa ¡. Necesitaba un modelito que no fuese provocativo, que no resultase anticuado, que se adaptase al grupo tan supuestamente selecto que asistiría al super cumpleaños. Esto ahora era algo complicado pues en los últimos tiempos se había dedicado a adquirir prendas muy deportivas y las que solía usar mas adecuadas a eventos sociales un tanto refinados, andaban ya en desuso.
Tampoco ayudaban las dudas y los nervios que la invadían.

Elvira, había accedido a ir a la cita después de unas cuantas insistentes llamadas de sus amigas alentándola a asistir, y porque Héctor se lo había rogado mil veces convenciéndola con la promesa de que no la atosigaría con sus antiguas peticiones. Además, y sobre todo, también sabia que Arturo no asistiría puesto que desde hacia 6 meses andaba perdido por Nueva York donde había ido a buscar trabajo de no se sabe muy bien qué después que ellos dos rompiesen hacia mas o menos un año.

A Héctor hacia mucho más tiempo que no lo veía. Se conocieron hacia cinco años, poco después de conocer a Arturo. Desde el principio estuvo claro que Héctor quedó prendado de Elvira nada mas verla, pero no hubo insinuaciones de ningún tipo puesto que quedaba patente que era por su primo Arturo por quien ella sentía pasión. Solo en una ocasión durante los 3 apasionados años que Arturo y Elvira estuvieron juntos, tras una dura y de contenido desconocida discusión, Elvira, confiada acudió a Héctor por consejo y consuelo. Este aprovechó la ocasión para informarla eso si, muy educadamente, de que si alguna vez, necesitaba de algo mas que un amigo, el aspiraba a ser el primero en su lista.
Elvira se sintió halagada por la corrección de formas de Héctor, aunque no por ello dejó de sorprenderse desagradablemente por la inoportuna e inadecuada sugerencia.

Durante todos los años que Elvira conocía a Héctor, este había dirigido su vida con absoluta firmeza y claridad e ideas. Héctor con 28 años era uno de los mejores científicos de su promoción. Ascendía en la empresa en la que trabajaba con rapidez y, cada vez más, sus conferencias sobre los estudios que realizaba de forma concienzuda y apasionada, eran más valoradas y respetadas por sus colegas. A casi todo el mundo le parecía un chico muy divertido con multitud de aficiones y una basta cultura que se obligaba a completar constantemente leyendo, viajando, estudiando... Disciplinadamente practicaba por lo menos, que Elvira conociese, tres deportes a la perfección. Uno de ellos le llamaba especialmente la atención a Elvira no sólo por lo inusual si no por la belleza estética que contenía. Había sido invitada en alguna ocasión a una muestra de esgrima y la elegancia que emanaba aquella disciplina, la atraía enormemente. Héctor estaba magnifico y resultaba mágico con el florín en la mano.

Sorprendía bastante diferencia entre los dos primos. ¡Tan diferentes¡
Los padres de Arturo y Héctor no se llevaban muy bien desde hacía años y Elvira desconocía exactamente la causa. Tampoco le interesaba en exceso y por ello nunca había insistido en recibir alguna explicación a la que por otra parte, se mostraban ambos primos bastante reacios en dar.

Eran las 9 de la noche y la cena estaba prevista para las 10. Aún tenía que arreglarse y llegar. Se trataba de uno de esos sitios que tanto gustaba la gente decir que visitaban pero de los que Elvira estaba algo cansada. Se estaba bien y se comía mejor, pero para una reunión de amigos, a ella se le antojaba demasiado frío y protocolario. Hubiese preferido algo mas informal, pero claro está, el cumpleaños no era suyo.

Finalmente y apremiada por el reloj, se decidió por un vestido negro hasta la rodilla, de hilo y con encajes en negro también, en escote y bajos. Estaba juvenil y elegante al mismo tiempo. Y por supuesto nada provocativa. Terminó de completar la vestimenta con unos tacones negros de charol, eye liner el los parpados, labios aterciopelados rojo escarlata y un toque de Diorissimo en la nuca.
Cogió un taxi. Aunque encontraron bastante trafico, el taxista fue lo suficientemente hábil para no hacerla llegar tarde, y lo mejo; no le obligó a mantener ningún tipo de aburrida conversación.

Algo después cerca de la piscina donde se celebraba un cumpleaños, un soplo de aire ardiente rodeó la cintura de Héctor entretenido en ese momento en presentar a dos amigos. Por un breve instante se sintió ligeramente mareado. Notó como incomprensiblemente se le erizaba el bello de todo apolíneo cuerpo y, sus sentidos se despertaban poniéndole en alerta ante algo que no tuvo tiempo de identificar cuando el aroma de Elvira le invadió dejándole casi sin respiración.
Ella estaba entrando por la arqueada puerta de madera de la finca flanqueada por dos jazmines que envolvían la noche de sedosa sensualidad.
Sin que nadie le avisase, Héctor se giró hacia la entrada y exhaló el poco aire que le quedaba aún en los pulmones quedando vitrificado por unos leves segundos, al verla recogerse el borde del vestido para no tropezar en las escaleras, con esa gracia que sólo había visto en ella. Sus ojos serpentearon por los acharolados tobillos de Elvira subiendo hacia las rodillas donde se perdía desgraciadamente la blanca visión.
Ella, aún con la mirada en las escaleras se alarmó como se alarma una presa que sabe del leopardo que la huele. Alzó su cuello de gacela y sin buscarlo, al recoger los parpados, sus pupilas se tropezaron ahora sí, no con los escalones que torturaban sus más que tensos nervios, sino con el negro profundo de los ojos de Héctor que, con una media sonrisa ladeada la devoraba con la vista.
Elvira cruzaba la puerta del sitio, y Héctor sintió un pellizco en el estomago que ya conocía y que no había sido invitado. El pulso se le aceleró y se distrajo de la conversación que intentaba mantener. Pero eso no fue nada comparado con el desorden físico y mental que se produjo en él al recibir como un mazazo la cálida sonrisa que acompañó a la felicitación de Elvira
- Felicidades Héctor - saludó Elvira aparentemente segura y acercándosele ligeramente a darle dos castos besos en las mejillas.
- Gracias. Esta preciosa. –acertó a pronunciar Héctor - Me alegro que hayas decidido finalmente asistir. Me alegro sinceramente Elvira. ¿Cómo estas?
- Muy bien. –sonrió ella - A ti te sientan divinamente los años, Pareces como siempre mayor. Casi diría que… tienes más de 30 -comentó jocosamente ella - Y ese traje es realmente espectacular. Te felicito.
- Gracias. –replicó algo azorado- Ven, te presentaré a unos amigos. ¿Has podido ver ya si han llegado tus amigas?
- No, no lo he comprobado aun, Héctor. Acabo de llegar. Pero si que he podido comprobar que tal y como imaginaba, esta todo precioso. ¡Ah! Disculpa,.. que despistada estoy… tu regalo. Espero te guste .Ya sabes que es muy difícil comprarte algo que no tengas.
- Elvira… - replicó Héctor verdaderamente emocionado - con tu presencia es más que suficiente. Lo sabes. – le dijo mirándola fijamente a los ojos sin ningún afán conquistador, tan sólo admirado -
- ¡Oh!.. Mst. Buble… muy acertado. – dijo Héctor al descubrir el regalo - Creo que a mis anestesiados pacientes les va a encantar. Muchas gracias. No sabia que conocías mi gusto por este tipo de música. Veo que eres observadora.
- Bueno, pedí consejo- dijo Elvira mintiendo- y si, pensé que como te gusta poner música mientras haces esas asquerosas disecciones…
Una voz honda y de acento extranjero interrumpió el dialogo.

- ¡Héctor¡- saludó un joven de larga melena rubia -… Felicidades doctor, ¿como estamos?..umm y… ¿quien es tu preciosa acompañante? –preguntó mirando descaradamente la cintura de Elvira
- Se llama Elvira. –respondió Héctor algo incomodo por la mirada y la presencia de su invitado - Es una vieja conocida, y amiga de mi primo Arturo. ¿Conoces a Arturo, verdad? – contesto Héctor a sabiendas de que su primo imponía algo así como un cierto respeto y desagrado al mismo tiempo entre sus conocidos y amigos-
- Encantada,- saludó cortésmente Elvira sin quitar ojo a Héctor que resultaba estar mejor que nunca. Había engordado o ensanchado, no sabría decirlo, y con la piel morena y los rizos del pelo algo más largos resultaba realmente arrebatador pareciendo un galán de Holiwood…
- Si me disculpáis creo que he visto a Sacha y voy saludarla. – dijo de repente Elvira -Nos vemos mas adelante, ¿verdad?. - Preguntó a ambos, y se despidió con un sencillo gesto de cabeza sin esperar respuesta-

Héctor y su acompañante quedaron con la mirada enganchada de las caderas de Elvira durante unos breves segundos y, a continuación, recobrando la compostura, conversaron un rato sobre temas variados. Aunque Héctor hablaba y hablaba, entrenado como estaba para ello desde su niñez, no sabia bien lo que decía ni de que podían estar tratando, teniendo la mente como la tenía en lo hermosa que estaba la mujer de su vida, en el timbre de su voz, que le hacia cosquillas en la nuca, engrosado y dulcificado con el tiempo, en sus formas al andar de yegua árabe, en la elegancia innata al tender su delicadísima mano de porcelana. No había podido apartarla de su corazón en cinco años. Cuando Elvira irrumpía en su vida era como si llegase un elefante a una cacharrería. Todo lo ponía del revés. Y, ahora después de verla de nuevo, sabía que incumpliría la promesa que le hizo para convencerla de que viniese a su cumpleaños.

Eran las 4 de la madrugada cuando Elvira acompañada de su hermosa amiga Yaiza, decidió que había sido suficiente. Y, aunque la fiesta no había decaído ni un ápice, ellas estaban algo cansadas y se disponían a marcharse a casa, no si antes realizar la acostumbrada rueda de despedidas dejando para el final al anfitrión. Así, mientras Yaiza anotaba el teléfono de una chica con la que había estado coqueteando toda la noche, Elvira se dirigió hacia Héctor. Este volviendo a presentir su cercanía, se giró justo en el momento en que ella le iba a dirigir la palabra.

- Bien, nosotras nos marchamos. Muchísimas gracias por todo. Una fiesta espectacular. De las mejores que recuerdo, en serio. –dijo Elvira pasándole una mano suavemente por el brazo a Héctor en señal de afecto -
- ¿Ya te vas? ¡No!.. es pronto aun.- respondió Héctor desagradablemente sorprendido por la marcha de Elvira sin que hubiesen tenido ocasión de hablar a solas ni un momento - No se marchado nadie. ¿Vais a ser las primeras? –lloriqueó intentando convencerla para que se quedase un rato más -
- Si, como te digo, estoy un poco cansada y mañana si nada lo impide salgo para Florencia.
- ¿Y eso? No me habías comentado nada antes… - dijo él visiblemente trastornado por la noticia-
- Bueno, no hemos tenido ocasión, francamente.- sonrió bajando los ojos tenuemente ruborizada Elvira - Pero sí, marcho con una beca. Se trata de visitar ciertos centros para estudiar e intercambiar documentación con unos compañeros y profesores de allí que estudian también el mismo tema que el mío. Promete ser interesante, pero solo estaré dos semanas. Es una estancia muy corta.
- Parece interesante. Espero que sea además provechoso. – replicó serio Héctor –
Elvira.- dijo, haciendo una pausa para reunir fuerzas y, mirándola a los ojos ahora color miel - No me has contado nada de ti. ¿Cómo te va? En serio… me gustaría volver a vernos y charlar como viejos amigos que somos, ¿No crees que seria buena idea?
- Héctor, - dijo algo intimidada pues no se esperaba esta embestida tan directa - no se… la verdad es que estoy muy ocupada con los estudios...y bueno, tampoco creo que sea buena idea. –esgrimió como pudo balbuceando apenas las palabras -
- Si que lo es Elvira. Lo es. –El tono de su voz se había vuelto firme y seguro. - ¡Por lo que mas quieras Elvira¡ No seamos crios. ¿Qué pasa? Estas sola. Hace meses que no estas con el indeseable de mi primo. ¿Qué hay de malo en que salgamos?
- Pues…- intentó defenderse ella sin éxito -
- ¡Nada¡ ¿Ves? Elvira, déjame intentarlo. –aquello no sonaba a petición sino mas bien a orden. Dulce, pero orden -Te prometo que no te dañaré. Dame una oportunidad. Esta es la nuestra. No pierdes nada. En cuanto tú digas que no funciona, me iré sin rechistar. Tienes mi palabra. Pero intentémoslo. Se que lo has pensado. Si no, no hubieses venido.
- Héctor… yo… no estoy segura. Hace muy poco… y no quiero …
- ¡Nada¡ ¡Hace muy poco de nada¡ - levantó la voz Héctor mientras se alejaba discretamente del grupo - Eso no iba ninguna parte. ¡Lo sabia todo el mundo menos tu, Elvira¡- calmó ahora el tono - He esperado cinco años en la sombra amándote. No me impidas que lo diga ahora. – le dijo poniéndole un dedo en los labios y silenciando su replica - No puedo más. Te lo había prometido, pero verte…es superior a mis fuerzas. Quemas mis defensas, acabas con la poca resistencia que me queda después de verte aparecer como una estrella por esa puerta. Sabes que te daré lo que me pidas. Conmigo lo tendrás todo, Elvira. Todo mi amor, todo mi respeto, toda la vida que te mereces. Elvira, dime que tengo que hacer y lo haré. ¡Lo sabes¡ ¡ Matare si hace falta¡ Pero te quiero a mi lado¡ ¡Ahora, Elvira¡

Detrás de un jazmín, una chica de pelo corto, morena de piel y delgada como una espiga, observaba la escena desde hacia unos minutos, interpretando correctamente lo que aquellos dos se decían. Guardó el bolígrafo y el papel con el teléfono de aquella pesadísima rubia y se concentró en intentar oír algo. Su gesto, serio, dolido y comprimido no dejaba lugar a dudas sobre la batalla de sentimientos encontrados que se libraba en su interior. Instantáneamente, al ver que Elvira se giraba despidiéndose finalmente de homenajeado, sonrió como si nada pasase, se recompuso y salió de detrás del jazmín esperando que Elvira se acercase para salir juntas de la fiesta.

- Disculpa Yaiza, me he entretenido demasiado. –se disculpó Elvira algo turbada - Nos marchamos ya. ¿Tú has terminado?
- Si, claro, pero no te disculpes. Es normal. ¿Vamos? Te llevo yo, no pidas taxi. – respondió Yaiza observando la turbación de ella y jurándose en su interior que la próxima vez que viese esa expresión el rostro de Elvira sería por ella -
- ¡Ah¡ Pues mucho mejor. Estoy algo mareada. – respondió ella sin percatarse de nada de lo que ocurría en el tumultuoso interior de su amiga -

Esa noche, Elvira con el móvil en la mano, desmaquillada ya y sentada en la cama, escribió 7 mensajes que borró uno tras otro. Finalmente, ya casi de madrugada, se incorporó nuevamente en la cama, cogió el teléfono y pulsó “enviar”.
Y cerró lo ojos con fuerza encomendándose a cualquier santo que quisiera ayudarla.

El mensaje enviado decía:


A las 12:00 en el aeropuerto.
Enviar a: Héctor.

1 comentario:

  1. Me ha turbado que fuese tan extenso, estaba deseando que no acabara y has conseguido evadirme del mundo con algunas frases para remarcar. Tienes ritmo narrativo y te expresas como si los mismos ángeles dibujasen a traves de tu pluma las palabras que tu mente alimenta.

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